Lo que aprendí cuando me senté a conversar con mi ansiedad.
Eje MEE: 🧭 Mentoría, Coaching & Acompañamiento
Querida ansiedad,
Te escribo por fin, después de tantos años huyendo de ti. Me cansé de correr, de esconderme, de fingir que no existes. Hoy decido sentarme contigo, cara a cara, sin juicio, sin rechazo, solo con curiosidad y deseo de entenderte.
Durante mucho tiempo te vi como enemiga. Un estorbo. Una presencia incómoda que llegaba sin avisar y me paralizaba en los peores momentos. Me hacías sentir débil, fuera de control, hasta avergonzada. Pero hoy… hoy elijo verte con otros ojos.
Porque detrás de cada uno de tus síntomas —el nudo en la garganta, la taquicardia, la mente acelerada— había un mensaje que no supe escuchar. No eras caos, eras alerta. No eras castigo, eras petición. Y aunque tu forma era intensa, tu intención era clara: que me atendiera. Que me mirara. Que me eligiera.
Entendí que no eras tú quien me destruía, sino yo quien me olvidaba. Que tú solo gritabas lo que yo me negaba a sentir. Y que mientras más te ignoraba, más fuerte te volvías.
Hoy reconozco que tu presencia me ayudó a frenar. A cuestionar. A recordar que no soy invencible ni tengo que serlo. Que merezco descanso. Que puedo pedir ayuda. Que está bien sentir.
Y aunque no te deseo, tampoco te odio. Porque gracias a ti descubrí partes de mí que solo en el silencio se revelan. Me hiciste mirar adentro, sanar heridas viejas, y construir nuevos límites. Me devolviste a mi centro.
Gracias por lo que viniste a mostrarme. Ya no te temo, pero tampoco te invito. Si regresas, sabré escucharte, no temerte.
— Mélida
MEE reflexión para ti: ¿Qué pasaría si en lugar de huir de tu ansiedad… la escucharas con amor?— Mélida Alfaro ✍
Fundadora del Ecosistema MEE


